El 14 de febrero de 1930, mientras celebra la Santa Misa, el joven
sacerdote Josemaría Escrivá comprende que debe comenzar la labor del
Opus Dei con mujeres.
A la vuelta de los años, son muchas las mujeres que en todo el mundo han descubierto su vocación en el mundo gracias a la correspondencia de san Josemaría a lo que Dios le pedía.
A la vuelta de los años, son muchas las mujeres que en todo el mundo han descubierto su vocación en el mundo gracias a la correspondencia de san Josemaría a lo que Dios le pedía.
Trascribo aquí algunas palabras pronunciadas por una de esas
mujeres, la ya fellecida teóloga Jutta Burggraf, durante una conferencia en el
Colegio Mayor Saomar de Valencia. Fue en el año 2002 con motivo del
centenario del nacimiento del fundador del Opus Dei. Escrivá, avanzado a
su tiempo, reconoce el inmenso papel de la mujer en la sociedad, en la
familia, y en la Iglesia:
El poder de la confianza: san Josemaría y la misión de la mujer.
“¿Qué ‘imagen de la mujer’ tuvo san Josemaría? -se preguntó
Burggraf-. Este sacerdote sencillo y sonriente, que la mayoría de
nosotros sólo conoce por las fotografías, fue un pionero de la promoción
de la dignidad y emancipación de las mujeres en todo el mundo”.
A partir de textos del sacerdote, la profesora Burggraf expuso
algunas consideraciones sobre el valor idéntico de los sexos, la
grandeza de cada persona, la promoción profesional de la mujer, el valor
de las tareas del hogar, la cultura de la confianza, la liberación
cristiana, etcétera.
“No fue la revolución feminista la que convenció a ese sacerdote
español del valor idéntico de los sexos. Como san
Josemaría tenía una mente abierta y una fe viva y profunda, comprendió
desde su juventud que el hombre y la mujer tienen exactamente la misma
dignidad. Ambos son inteligentes y libres; a ambos les fue confiado el
cultivo de la tierra como tarea común, y ambos poseen una última y
exclusiva relación inmediata con Dios. Nadie es más que otro, ¡ninguno! -
solía decir -. No quiero sino ayudar, por los caminos del espíritu, a
la libertad y a la dignidad de cada persona. Ése es mi sueño”.
En todos los caminos profesionales.
“Escrivá tenía esto claro en un tiempo en el que en las sociedades
europeas se esperaba de las mujeres poco más que sonreír a los varones,
tocar el piano, hacer puntillas y aprender el Catecismo. Cuando el joven
Josemaría estudiaba Derecho en la Universidad de Zaragoza (1923-27),
probablemente no había ninguna chica entre sus compañeros de curso; y
cuando Dios le hizo ver que convendría admitir también a mujeres en el
Opus Dei, en 1930, no existía todavía el sufragio femenino en España, ni
en Francia, Italia, Suiza y muchos otros países".
"Josemaría Escrivá se empeñó más bien en sacar a las mujeres del
papel secundario que se les asignaba, y contribuir así, de un modo
positivo, a un mundo más justo y agradable. Veía a la mujer en todos los
caminos profesionales, en todas las encrucijadas del trabajo, y no sólo
en las tareas de su propio hogar. El fundador de la Obra esperaba de
ellas que tomasen su vida profesional realmente en serio, les animaba a
aceptar responsabilidades de mayor envergadura y cargos de más difícil
desempeño: no para “brillar” personalmente, sino para servir más y
mejor, para amar con eficacia".
"Los varones y las mujeres, aunque compartan todo lo esencial en la
común naturaleza humana, tienen, a veces, distintas sensibilidades y
necesidades: experimentan el mundo de forma diferente, sienten, planean y
reaccionan de manera desigual, lo que puede percibir cualquier persona
realista. En este sentido, Josemaría afirmaba que la mujer está llamada a
llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo
característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada
ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza
de ingenio, su capacidad de intuición… Escrivá alentaba a las mujeres a
afirmar consciente y decididamente su diversidad: a descubrir, aceptar y
desarrollar los propios talentos".
En el hogar y fuera de él.
“Josemaría estaba lejos de aconsejar que todas las mujeres vuelvan al
‘dulce hogar’. Pero quería que todas las personas tengan posibilidad de
hacer libremente, y con cierta soltura, lo que creen que es bueno. En
esa línea, enseñaba que los trabajos domésticos pueden ayudar a
desarrollar, de modo especial, la capacidad de estar ahí, libremente,
para los demás. Así, esos trabajos, aparentemente tan monótonos, son la
fuente secreta de la felicidad y eficacia de toda una familia".
San Josemaría, “no quiso ni pudo darnos soluciones hechas para los problemas concretos de los nuevos tiempos. Por esto, compete a nosotros encontrar esas soluciones, para cada época por las que estamos atravesando. Compete a nosotros, hoy, empeñarnos en que se reconozca la plena dignidad de la persona en todo el mundo, y que la mujer, por fin, deje de ser un tema espinoso. Para lograr eso, nos conviene profundizar en el espíritu de ese soñador realista, tener en cuenta sus visiones amplias, inspirarnos en su entusiasmo y su audacia”.
Una mente abierta y una fe viva y profunda. Un texto precioso.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Muchas gracias, Rosa.
EliminarBesos.