domingo, 24 de noviembre de 2013

Conviene que Él reine

Fernando Gallego, (1466-1507).
"¡Qué grande eres, Señor y Dios nuestro! Tú eres el que pones en nuestra vida el sentido sobrenatural y la eficacia divina. Tú eres la causa de que, por amor de tu Hijo, con todas las fuerzas de nuestro ser, con el alma y con el cuerpo podamos repetir: oportet illum regnare!, mientras resuena la copla de nuestra debilidad, porque sabes que somos criaturas —¡y qué criaturas!— hechas de barro, no sólo en los pies, también en el corazón y en la cabeza. A lo divino, vibraremos exclusivamente por ti. 

Cristo debe reinar, antes que nada, en nuestra alma. Pero qué responderíamos, si El preguntase: tú, ¿cómo me dejas reinar en ti? Yo le contestaría que, para que El reine en mí, necesito su gracia abundante: únicamente así hasta el último latido, hasta la última respiración, hasta la mirada menos intensa, hasta la palabra más corriente, hasta la sensación más elemental se traducirán en un hosanna a mi Cristo Rey".

(San Josemaría, Es Cristo que pasa, nº 181)

jueves, 14 de noviembre de 2013

Ante la tragedia en Filipinas

El Prelado del Opus Dei ha enviado un mensaje a los fieles y cooperadores de la Obra en Filipinas, donde el tifón Yolanda ha causado 10.000 muertos y afectado a más de 10 millones de personas. La Obra está presente en el país asiático desde 1964. 13 de noviembre de 2013.

En el mensaje que Mons. Javier Echevarría ha enviado a los fieles de la Prelatura en Filipinas, transmite su cercanía a esa querida nación, “con la serenidad de confiaros a la protección de la Santísima Virgen, Regina Asiae”. 

“Tened la certeza –continúa– de que desde Roma, desde todas partes, vuestras hermanas y vuestros hermanos rezan especialmente por Filipinas y, en particular, por las víctimas y sus parientes, y por cada uno de los habitantes de las ciudades afectadas”. 

Asimismo, ha pedido a los fieles de la Obra que intenten, de la manera que cada uno pueda, “cooperar en la asistencia a los damnificados que organicen las autoridades”.“Hemos aprendido de san Josemaría a mirar el mundo entero con corazón universal, católico: acompañemos a cuantos sufren las consecuencias del tifón, y roguemos que, a pesar de las dificultades, se mantengan con paz”. 

Eduard Veith (1858-1925): Madonna de los niños, 1896

Dios permanece a nuestro lado de continuo, en el dolor y en los momentos humanamente más incomprensibles: el sentido de nuestra filiación divina nos insta a afrontar los problemas con la seguridad de hallarnos en sus manos paternales. Por eso, llenaos de visión sobrenatural, también para transmitirla a vuestro alrededor”. “

Oración, oración, oración... La magnitud de la catástrofe –concluye el Prelado– nos ha de mover a suplicar más fe, para nosotros y para los demás”

Información sobre cómo ayudar a los damnificados a través de Cáritas

sábado, 9 de noviembre de 2013

San Josemaría y la Virgen de la Almudena



Durante los años treinta era frecuente que san Josemaría se detuviera para orar de rodillas frente a la imagen de la Virgen de la Almudena, Patrona de Madrid, que se encuentra en un nicho dentro de la muralla, al final de la calle Mayor. Era una manifestación de su amor a la Virgen y de su espíritu de
contemplación constante. Enseñaba a ser, en palabras suyas, “contemplativos en medio de la calle”.

¿Por qué se llama “Almudena”? 

El nombre Almudena proviene de Almudaina, que en árabe significa almacén de trigo. Evoca un almacén próximo al lugar donde estaba escondida la imagen. La tradición cuenta que cuando los musulmanes estaban a punto de entrar en Madrid, los cristianos de la ciudad escondieron una estatua de la Virgen en la muralla para que no fuera profanada; y que al reconquistar la Villa el rey cristiano Alfonso VI, se desmoronó milagrosamente la muralla y quedó al descubierto la imagen de la Virgen

La catedral de la Almudena 

Esta catedral cuenta con una larga historia. En 1663, reinando Felipe IV, se puso la primera piedra. Dos siglos más tarde, a finales del XIX, el rey Alfonso XII encargó este proyecto al Marqués de Cubas con el deseo de que se enterrara allí a su primera esposa, fallecida prematuramente, Mercedes de Orleans. Sin embargo, el proyecto quedó interrumpido durante la mitad del siglo XX. En 1950 se construyeron algunos muros y quedó paralizado de nuevo hasta el 15 de junio de 1993, cuando el Papa Juan Pablo II consagró esta catedral.  
Mercedes de Orleans fue enterrada por fin en esta catedral, bajo la Virgen de la Almudena, en noviembre del año 2000. 

San Josemaría Escrivá en la catedral de la Almudena 

En el interior de la catedral, hay una capilla dedicada a san Josemaría Escrivá.
El escultor de la imagen y los altorrelieves, Venancio Blanco, explicaba: 
"No conocí personalmente al Padre, pero tuve oportunidad de profundizar en su persona y en su obra a través del proyecto escultórico que se me encargó con destino a la capilla a él dedicada en la Catedral de la Almudena de Madrid. Cuando se me propuso, fui consciente de la dificultad y la responsabilidad que ello entrañaba. Josemaría Escrivá de Balaguer entendía la libertad como el mejor camino para servir a Dios, y con ella consiguió cuanto se propuso realizar. Fundida en bronce, la pieza ocupa el centro de la Capilla. He pretendido reflejar en ella los profundos valores que san Josemaría encarnó en su vida, así como su gran humanidad y honda espiritualidad (...). He querido destacar la postura de las manos, que adelanta hacia el que llega, ofreciéndole su abrazo entrañable. Es un gesto cordial, que invita y anima al mismo tiempo a acercarse a Dios.” 

En el altorrelieve inferior izquierdo se evoca la costumbre de Josemaría Escrivá de orar de rodillas ante la Virgen de la Almudena, en la Cuesta de la Vega. Una placa, en la propia capilla, cuenta la historia. 
 
En el altorrelieve inferior derecho se representa al fundador del Opus Dei atendiendo a un enfermo agonizante. Este enfermo, de etnia gitana, falleció en el Hospital General de Madrid con gran contrición, un domingo de febrero de 1932. “He aprendido de un gitano —recordaba san Josemaría a hacer un acto de contrición”. 
Escribía el Fundador en sus Apuntes el 16 de febrero de 1932, que le habían dicho que un moribundo no quería recibir los santos sacramentos. 

Fui a saludarle (...). Era un gitano, cosido a puñaladas en una riña. Al momento, accedió a confesarse. No quería soltar mi mano y, como él no podía, quiso que pusiera la mía en su boca para besármela. Su estado era lamentable: echaba excrementos por vía oral. Daba verdadera pena.
Con grandes voces dijo que juraba que no robaría más. Me pidió un Santo Cristo. No tenía, y le di un rosario. Se lo puse arrollado a la muñeca y lo besaba, diciendo frases de profundo dolor por lo que ofendió al Señor
”.
Continuaba explicando el fundador del Opus Dei que le habían contado poco después que el gitano murió con muerte “edificantísima”, diciendo entre otras frases, al besar el crucifijo del rosario: 
- "Mis labios están podrido, para besarte a Ti. 
-Pero, ¡si le vas a dar un abrazo y un beso muy fuerte enseguida, en el cielo!

Catedral de Nuestra Señora de la Almudena

Fuente:  http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/san-josemaria-y-la-virgen-de-la-almudena

jueves, 7 de noviembre de 2013

Comunión de los santos, II

Vivid una particular Comunión de los Santos: y cada uno sentirá, a la hora de la lucha interior, lo mismo que a la hora del trabajo profesional, la alegría y la fuerza de no estar solo. 
(San Josemaría. Camino, 544)


Comunión de los Santos. -¿Cómo te lo diría? -¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma. 
(San Josemaría, Camino, 544)

martes, 15 de octubre de 2013

Para siempre

"Este adverbio —siempre— ha hecho grande a Teresa de Jesús. Cuando ella —niña— salía por la puerta del Adaja, atravesando las murallas de su ciudad acompañada de su hermano Rodrigo, para ir a tierra de moros a que les descabezaran por Cristo, susurraba al hermano que se cansaba: para siempre, para siempre, para siempre". 
(San Josemaría).


sábado, 12 de octubre de 2013

San Josemaría y la Virgen del Pilar

A orillas del Ebro se levanta en Zaragoza la espléndida basílica del Pilar, en el sitio donde, en época musulmana, hubo un templo dedicado a Santa María. Comienza su construcción en tiempos del Renacimiento, atraviesa el barroco y remata, en pleno siglo XVIII, con soluciones neoclásicas. 

Dentro de la basílica está la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar, magnífico estuche que encierra la columna en donde, según cuenta la tradición, posó sus plantas la Virgen. Ese pilar está forrado de bronce y plata, y sostiene una estatuilla que representa a una Virgen de abultado manto con el Niño en brazos. 

Desde su llegada a Zaragoza, Josemaría se impuso la grata costumbre de visitar el Pilar, recortando los ratos libres entre clases. Y, mientras estuvo en Zaragoza, como refiere, vivió esa costumbre a diario: 
Josemaría Escrivá , durante sus años de seminarista en Zaragoza. La devoción a la Virgen del Pilar comienza en mi vida, desde que con su piedad de aragoneses la infundieron mis padres en el alma de cada uno de sus hijos. Más tarde, durante mis estudios sacerdotales, y también cuando cursé la carrera de Derecho en la Universidad de Zaragoza, mis visitas al Pilar eran diarias (1). 
 Al ir de visita a la basílica del Pilar tendría, frecuentemente, que guardar cola con los demás fieles, antes de besar el trozo de la columna al descubierto, desgastado por los labios de generaciones y generaciones de cristianos. Allí, en la Santa Capilla, repetía sus insistentes jaculatorias: Domine, ut sit!, ¡que sea eso que Tú quieres, que yo no sé qué es! Y lo mismo a la Santísima Virgen: Domina, ut sit! (2). 

No contento con besar la columna, deseaba acercarse a la imagen. Según cuenta, meses antes se había valido de una treta para conseguirlo, porque no estaba permitido besar el manto con que revestían a la imagen nada más que a los niños o a las autoridades: 
Como tenía buena amistad con varios de los clérigos que cuidaban de la Basílica, pude un día quedarme en la iglesia después de cerradas las puertas. Me dirigí hacia la Virgen, con la complicidad de uno de aquellos buenos sacerdotes ya difunto, subí las pocas escaleras que tan bien conocen los infanticos y, acercándome, besé la imagen de nuestra Madre (3). 
 En su habitación, en San Carlos, tenía Josemaría una reproducción en yeso de dicha imagen. No valía gran cosa. Provenía del familiar del cardenal Soldevila, y a ella acudía pidiendo, de manera incesante, su mediación para que se realizara cuanto antes la Voluntad divina: 
A una sencilla imagen de la Virgen del Pilar confiaba yo por aquellos años mi oración, para que el Señor me concediera entender lo que ya barruntaba mi alma. Domina! —le decía con términos latinos, no precisamente clásicos, pero sí embellecidos por el cariño—, ut sit!, que sea de mí lo que Dios quiere que sea (4). 
Base estatuilla Virgen del Pilar
Tan machacona era su oración, que terminó grabando la jaculatoria con la punta de un clavo en la base de la estatuilla. En Zaragoza quedó aquella imagen cuando Josemaría tuvo que salir de allí. Y no la volvió a ver hasta 1960, en Roma, cuando una de sus hijas en el Opus Dei le enseñó una estatua de la Virgen del Pilar, que había estado hasta entonces en casa de unos parientes suyos de Zaragoza. Se la enviaban porque había sido suya: 
Padre, ha llegado aquí una imagen de la Virgen del Pilar, que tenía usted en Zaragoza. Le respondí: no, no me acuerdo. Y ella: sí, mírela; hay una cosa escrita por usted. Era una imagen tan horrible, que no me pareció posible que hubiese sido mía. Me la mostró y, debajo de la imagen, con un clavo, estaba escrito sobre el yeso: Domina, ut sit!, con una admiración, como suelo poner siempre las jaculatorias que escribo en latín. ¡Señora, que sea! Y una fecha: 24-5-1924. Y es que muchas veces, hijos míos, el Señor me humilla. Mientras a menudo me da claridad abundante, otras muchas veces me la quita, para que no tenga ninguna seguridad en mí. Entonces viene, y me ofrece una dedada de miel. Yo os había hablado de esos barruntos muchas veces, aunque en ocasiones pensaba: Josemaría, eres un engañador, un mentiroso... Aquella imagen era la materialización de mi oración de años, de lo que os había contado tantas veces (5).
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Textos extraídos de Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, (I): ¡Señor, que vea!, Ed. Rialp, Madrid, 2002 

Notas (1) La Virgen del Pilar, artículo publicado en AA. VV., Libro de Aragón, Zaragoza 1976, pp. 97 y ss. También hay referencias en otros escritos; por ejemplo: Durante el tiempo que pasé en Zaragoza haciendo mis estudios sacerdotales [...], mis visitas al Pilar eran por lo menos diarias (Recuerdos del Pilar, artículo publicado en “El Noticiero”, periódico de Zaragoza, 11 X 1970). Cfr. también Álvaro del Portillo, Sum. 142. 
(2) Carta 29 XII 1947/14 II 1966, n. 19 
(3) “Recuerdos del Pilar” (en “El Noticiero”, Zaragoza, 11 X 1970); cfr. también AGP, P03 1978, pp. 21 22. 
(4) J. Escrivá de Balaguer, La Virgen del Pilar, en Libro de Aragón, ob. cit., p. 97. 
(5) AGP, P03 1975, pp. 222 223; cfr. también Álvaro del Portillo, Sum. 141; Javier Echevarría; Sum. 2556; Jesús Alvarez Gazapo, Sum. 4281. El primo, Pascual Albás Llanas, atestigua: «Aquella imagen provenía de la casa de D. Carlos Albás, y Manolita, su sobrina, se la entregó a mi mujer» (Pascual Albás, AGP, RHF, T 02848, p. 2).

miércoles, 2 de octubre de 2013

Fue un 2 de octubre

Nuevo aniversario de la fundación del Opus Dei.

"Tenía yo veintiséis años, la gracia de Dios y buen humor, y nada más. Y tenía que hacer el Opus Dei".

Relato incluido en El Fundador del Opus Dei de Andrés Vázquez de Prada (capítulo V, volumen I) publicado en Rialp. 

George Richmond
El martes por la mañana, dos de octubre, fiesta de los Ángeles Custodios, después de celebrar misa, se encontraba don Josemaría en su habitación leyendo las notas que había traído consigo. De repente, le sobrevino una gracia extraordinaria, por la que entendió que el Señor daba respuesta a aquellas insistentes peticiones del Domine, ut videam! y del Domine, ut sit!  

Siempre guardó una comprensible reserva sobre este maravilloso suceso y sus circunstancias personales. Justamente tres años más tarde describirá el meollo de lo ocurrido: 
 "Recibí la iluminación sobre toda la Obra, mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé —estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática— di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el tocar de las campanas de la parroquia de N. Sra. de los Ángeles".