Una sencilla reconstrucción a partir de los textos permite hacer una “cronología”. De este modo, podemos revivir con Él esas últimas jornadas. (Fuente: www.arguments.es).
El domingo, Jesús entró solemnemente a Jerusalén sobre un borrico (Mc 11,1-10), y fue recibido con entusiasmo por el pueblo, testigo de tantos milagros como Él había obrado en su favor. Esto encendió la ira de los escribas y fariseos contra Jesús (Mt 21,1-16).
Pasó Jesús todo el domingo en la ciudad y, al atardecer, se fue a Betania, como a tres kilómetros de distancia. Cenó con Simón el leproso (Jn 12, 1-11) y María le ungió con perfume de nardo; por su parte, Judas fue a hablar con el Sanedrín para ponerse de acuerdo y entregarle.
El lunes fue otra vez Jesús a Jerusalén, maldijo la higuera que no daba frutos y arrojó del templo a los que lo profanaban con sus compras, ventas y cambios de moneda (Mc 11,12). También mantuvo diatribas con los escribas y fariseos (Mc 11, 27-33) y enseñó al pueblo con parábolas y otras enseñanzas (Mc 12, 1-40). Allí se cruzó con la viuda pobre que echó todo lo que tenía en el gazofilacio (Mc 12, 41-44). Al salir del templo anunció la caída de Jerusalén (Mc 13,1ss.). Por la tarde volvió a Betania.
El martes regresó de nuevo a Jerusalén y trabajó intensamente durante todo el día, enseñando su doctrina y sosteniendo fuerte disputas con fariseos escribas y herodianos (Lc 19,47-48). Ese día por la tarde, los pontífices tomaron la determinación de prenderle y darle muerte. A la mañana siguiente, muy temprano, todo el pueblo acudió a escucharle en el templo. Pasó aquella noche en el Monte de los Olivos (Lc 21,37-38).
El jueves por la mañana Jesús envió a Pedro y a Juan a preparar la cena de Pascua (Lc 22,8-13). Por la tarde se reunió con sus discípulos para celebrar la Pascua en una cena especial (Jn 13,1-17,26) en la que lavó los pies a sus discípulos dándoles ejemplo de humildad y amor, instituyó el Sacerdocio con las palabras “Haced esto en memoria mía” al convertir el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, momento en el que también instituye la Eucaristía para así quedarse con nosotros para siempre. Después se fue a orar a un huerto, a Getsemaní (Mt 26,36-46).
Muy avanzada la noche, Judas consuma su traición y los judíos lo prendieron (Jn 18,2-12). Primero tuvo lugar el interrogatorio ante los príncipes de los sacerdotes (Jn 18,13-27). Pedro le niega tres veces (Lc 22,54-62).
El viernes fue interrogado por Herodes (Lc 23,6-12) y Pilato (Mt 27,11-31), luego azotado, coronado de espinas, condenado a muerte y crucificado, murió a las tres de la tarde y llevado al sepulcro antes de ponerse el sol.
Miguel Cabrera: Jesús ante Herodes. |
De todos los textos de los evangelios sinópticos el relato de la Pasión es, muy probablemente, de los más antiguos: la comunidad cristiana se ocupó de recoger, al principio de palabra y más tarde por escrito los últimos momentos de Jesús.
Como complemento de tales relatos el evangelio de Juan (Jn 18,1-19,37) aporta algunos detalles de los que fue testigo: el diálogo al pie de la cruz donde nos entregó su Madre a san Juan, la lanzada…
Los evangelios han dejado el relato abruptamente: han colocado la piedra del sepulcro ante la mirada de las santas mujeres (Mc 15,46-47); el cuerpo de Jesús yace en el sepulcro (Jn 19,42), custodiado por los guardias (Mt 27,65); todos, por ser sábado, van a descansar.
Rubens: La lanzada. |
El sábado por la tarde compraron aromas y ungüentos con los que embalsamar su cuerpo el domingo por la mañana (Lc 23,56-24,1-8).
En la mañana del domingo el sepulcro está vacío porque Cristo ha resucitado. Sólo quedaban los lienzos mortuorios con una disposición peculiar (Jn 20,4-9).
Tiziano: Entierro de Cristo. |
Mateo es el único evangelista que refiere un episodio singular: muchos cuerpos de los santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de los sepulcros, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos (Mt 27, 52-53).
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