miércoles, 10 de julio de 2013

La recuperación de José Ignacio

Juan Pablo II y don Álvaro. 18 de mayo de 1992.
La Santa Sede atribuye a la intercesión de don Álvaro la recuperación del niño José Ignacio Ureta Wilson tras un paro cardíaco de más de media hora, a los pocos días de nacer. 

Sus padres rezaron con gran fe a través de la intercesión de Mons. Álvaro del Portillo (1914-1994) y, cuando los médicos pensaban que el bebé estaba muerto, sin ningún tratamiento adicional y de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar el ritmo de 130 pulsaciones por minuto. 

A pesar de la gravedad del cuadro clínico, diez años después, José Ignacio desarrolla su vida con normalidad. La curación milagrosa tuvo lugar en agosto de 2003.

El 28 de junio de 2012 Benedicto XVI ordenó que la Congregación para las Causas de los Santos promulgase el decreto de virtudes heroicas de Mons. Álvaro Del Portillo.
El 5 de julio, el Papa Francisco firmó el decreto que reconoce el milagro obtenido por intercesión del venerable Álvaro del Portillo. Este es el paso previo para su beatificación que tendrá lugar próximamente en Roma.

Se produce la feliz coincidencia de que el mismo día, el Papa Francisco ha firmado el decreto para la canonización de los beatos Juan Pablo II Juan XXIII.


2 comentarios:

  1. Pues mis felicitaciones, primero al niño por su salvación, segundo, a sus padres por la Fe que pusieron y no perdieron ni en el momento en el que se les moría un hijo y tercero, a todos los que devotan Fe en este próximo veato y Santo. Un abrazo

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    1. La verdad es que los que tenemos Fe, la tenemos en Dios, no en los santos. Al menos, ese es mi caso. A veces, se puede recurrir a la intercesión de un santo, pero sabiendo que no es él, sino Dios, quien puede hacer posible lo que pedimos, si es que es lo más conveniente para nosotros.

      La Iglesia propone a personas como modelo de santidad para animarnos en la lucha a los que estamos en la tierra, pero son sólo propuestas. Lo importante es imitar y seguir a Dios.

      Dicho esto, también felicito al niño curado y a su familia, y me alegro de estas nuevas propuestas de la Iglesia. Sobre todo, porque conocí tanto a Juan Pablo II, como a don Álvaro. Estoy segura de que he conocido a unos cuantos sangtos y santas a lo largo de mi vida, porque tengo la suerte de estar rodeada de gente impresionantemente buena, pero que vayan a estar en los altares, sólo a estos dos. Y es una alegría, porque eso quiere decir que si se quiere, se puede.

      Un abrazo, Relante.

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