miércoles, 30 de enero de 2013

Gregorio Allegri: Miserere

El Miserere —también llamado Miserere mei, Deus— es una composición creada por Gregorio Allegri en el siglo XVII durante el mandato del papa Urbano VIII. Se trata de la musicalización del salmo 51, llamado Miserere, del Antiguo Testamento. Se compuso para ser cantado en la Capilla Sixtina durante los maitines los miércoles y viernes de Semana Santa. El original se canta en latín.

viernes, 25 de enero de 2013

Conversión de san Pablo

(Fragmentos extraídos de catholic.net)

Luca Giordano, (1632–1705): Conversión de san Pablo.

Pablo, llamado Saulo en el uso y rigor judío, afirmaba con vehemencia que el Evangelio que predicaba no lo había aprendido o recibido de los hombres. 

Perteneció a la casta de los fariseos. Había nacido en Tarso, ciudad que pertenecía al mundo grecorromano; quien nacía allí tenía la categoría de ciudadano romano. Necesariamente, por ser judío no le cupo más suerte en la niñez que andar disimulando su condición entre los demás del pueblo, ocultando su creencia, tenida como superstición por los paganos romanos.

Conocía bien las escrituras y estaba familiarizado con los poetas y filósofos. Para los griegos solo era un hebreo, aislado entre misterios inaccesibles a los de otra raza, uno de los que tenían prohibido el acceso a las clases cultas y dirigentes.

A los dieciocho años se fue a Jerusalén para impregnarse en de la historia de su pueblo en la Cátedra de Gamaliel, donde profundizó  yendo a la raíz, no como las decía la gente poco culta del pueblo sencillo y llano.

Allí aprendió a aguardar con celo la venida de un libertador que liberase a su pueblo del  dominio del imponente invasor. Los profetas daban pistas para un resurgimiento y los salmos cantaban la victoria de Dios sobre otros pueblos y culturas muy importantes que en otro tiempo subyugaron a los judíos y ya desaparecieron a pesar de su altivez; igual pasaría con los dominadores actuales. Era preciso mantener la idiosincrasia del pueblo a cualquier costa y no ser como los herodianos, para que la esperanza hiciera posible su supervivencia como nación. No se podía dejar que un ápice lo apartara de la fidelidad a las costumbres patrias. Eso le hizo celoso.

Rubens

Consideraba al cristianismo herejía que estaba estropeando todo lo que necesitaba el pueblo. Locos estaban adorando a un hombre y crucificado. No se podía permitir que entre los suyos se ampliara el círculo de los disidentes. Hacía años que ya estuvo, colaborando como pudo, en la lapidación de Esteba, uno de aquellos visionarios listos, serviciales, piadosos y caritativos pero que hacían mucho daño al alto estamento oficial judío; fue cuando lo apedrearon por blasfemo a las afueras de Jerusalén, y lastimosamente él sólo pudo guardar los mantos de los que lo lapidaron. 
Su conversión fue en un día insospechado que llevaba cartas de recomendación de los judíos de Jerusalén para los de Damasco; quería poner entre rejas a los cristianos que encontrara. Hasta allí se extendía la autoridad de los sumos sacerdotes y principales fariseos. Saulo guiaba una comitiva no guerrera pero sí muy activa, casi furiosa, impaciente por cumplir bien una misión que suponían agradable a Dios y purga necesaria para la pureza de las tradiciones que recibieron los padres.

"Y sucedió que, al llegar cerca de Damasco, de súbito le cercó una luz fulgurante venida del cielo, y cayendo por tierra oyó una voz que le decía:
- "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
Dijo:
-  "¿Quién eres, Señor?"
Y él: 
- "Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer". 

Y los hombres que le acompañaban se habían detenido, mudos de espanto, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Se levantó Saulo del suelo y , abiertos los ojos, nada veía. Y llevándole de la mano lo introdujeron en Damasco, y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió".
(Act. 9, 3-9).
Pietro da Cortona:  
Ananías devuelve la vista a Pablo, 1631
Tres días para rumiar su derrota y hacerse cargo en su interior de lo que había pasado. 
Y luego, el bautismo. Un cambio de vida, cambio de obras, cambio de pensamiento, de ideales y proyectos. Su carácter apasionado tomará el rumbo ahora marcado por el afán de llevar a su pueblo primero y al mundo entero luego la alegría del amor de Dios manifestado en Cristo.  

Vió él mismo al resucitado; y lo dirá más veces, y muy en serio a los de Corinto. Por ello fue capaz de sufrir naufragios en el mar y persecuciones en la tierra, y azotes, y hambre y cárcel y humillaciones y críticas, y juicios y muerte de espada; por ello hizo viajes por todo el imperio, recorriéndolo de extremo a extremo. 

Entre tantas conversiones del santoral, la de Pablo es ejemplar, paradigmática. Más se palpa en ella la acción divina que el esfuerzo humano; además, enseña las insospechadas consecuencias que trae consigo una mudanza radical.

miércoles, 23 de enero de 2013

A falta de fe, el mundo más misterioso

Fuente: Aceprensa.com, vía National Catholic Register.

Frente al auge del relativismo, el Año de la Fe se presenta como una oportunidad para mostrar que la verdad se apoya en unos fundamentos objetivos. Pero esto exige desechar la creencia en una fe demasiado autosuficiente y en una razón demasiado desconfiada. Así dice el sacerdote dominico Brian Mullady, miembro de la Academia Católica de Ciencias de Estados Unidos, en un artículo publicado en National Catholic Register

Para Mullady, el relativismo es fruto de una fe ciega en que la razón y el progreso pueden garantizar por sí solos la respuesta definitiva al problema de la verdad humana e incluso del mal en el mundo. Paradójicamente, en esa búsqueda de certezas al margen de Dios, se termina abandonando el concepto de una verdad objetiva y se sustituye por el de la verdad subjetiva. Ante la pluralidad de verdades “para mí”, la razón termina extraviada en la incertidumbre. 

A esta falta de confianza en el conocimiento humano se sumó en la época moderna, dice Mullady, el divorcio entre los sentidos y la inteligencia. Desde el momento en que el hombre moderno renunció a encontrar una “verdad en sí” (o sea, con un fundamento objetivo en la realidad), se condenó a tener que elegir entre buscarla en las meras percepciones sensoriales (las cosas son como yo las percibo) o en sí mismo (el individuo como fuente exclusiva de verdad). 

 En el terreno religioso, el enorme giro subjetivista característico de la cultura moderna trajo un nuevo dilema: puesto que la subjetividad se convierte en el único criterio para valorar la realidad, cabe el riesgo de relegar a Dios bien al ámbito del sentimiento, bien al de la razón. Nace así una fe demasiado humana, en la que la revelación divina se vuelve prescindible: se piensa que el sentimiento o la razón pueden tanto revelar la naturaleza de Dios como resolver los problemas profundos del alma. 

Redescubrir el misterio 

Para Mullady, los resultados de este proceso de secularización están a la vista: “Cuanto más trata el hombre de erradicar el misterio, más misterioso se vuelve el mundo”. 
Tras sacrificar la fe en el altar del progreso, los sacerdotes de la secularización “aseguran no solo que cualquier forma de conocimiento distinta a la ciencia es irrelevante y anacrónica, sino también que priva al hombre de su razón y le reduce a la condición de criatura supersticiosa y temerosa”. 
“Pero el hecho asombroso que ha revelado el siglo XX y lo que va del XXI es que, a pesar de todos esos empeños por hacer la fe y la religión irrelevantes al hombre, estas no solo sobreviven sino que florecen a lo largo y a lo ancho del mundo”. 

Aquí es donde Mullady ve uno de los frutos posibles del Año de la Fe: “El Papa Benedicto XVI nos lanza el reto de redescubrir la belleza, la vibración y el misterio de nuestra religión. Nos plantea cómo darnos cuenta de que la mente y el corazón humanos solo pueden ser satisfechos por Dios.

domingo, 13 de enero de 2013

El Bautismo de Jesús

En el Bautismo, Nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo. La fuerza y el poder de Dios iluminan la faz de la tierra.¡Haremos que arda el mundo, en las llamas del fuego que viniste a traer a la tierra! ... Y la luz de tu verdad, Jesús nuestro, iluminará las inteligencias, en un día sin fin. 

Yo te oigo clamar, Rey mío, con voz viva, que aún vibra: "ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur?" —Y contesto —todo yo— con mis sentidos y mis potencias: "ecce ego: quia vocasti me!". El Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble, por medio del Bautismo: eres hijo de Dios. Niño: ¿no te enciendes en deseos de hacer que todos le amen? 

Paolo Veronese: El bautismo de Cristo.
Todos los hombres son hijos de Dios. Pero un hijo puede reaccionar, frente a su padre, de muchas maneras. Hay que esforzarse por ser hijos que procuran darse cuenta de que el Señor, al querernos como hijos, ha hecho que vivamos en su casa, en medio de este mundo, que seamos de su familia, que lo suyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que tengamos esa familiaridad y confianza con Él que nos hace pedir, como el niño pequeño, ¡la luna! 

Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a Él, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia (...). 

San Josemaría: Es Cristo que pasa, 64.

miércoles, 9 de enero de 2013

Himno Te Deum

Viktor Vasnetsov, 1885

Compuesto originalmente en latín, el nombre se debe a que así empieza su primer verso. Se suele denominar también como "Himno Ambrosiano", pues se atribuye a san Ambrosio de Milán, aunque una leyenda indica que lo compusieron en común, inspirados por el Espíritu Santo, san Agustín de Hipona y san Ambrosio. Cuando, en el año 387, san Agustín recibió el bautismo de manos de san Ambrosio -sigue diciendo la leyenda-, Ambrosio entonó este himno y Agustín iba respondiendo a sus versos.

viernes, 4 de enero de 2013

Una procesión que recorre toda la Historia


Aurél Náray: Adoración de los magos

Los Magos de Oriente y la huida a Egipto es el capítulo con el que Joseph Ratzinger-Benedicto XVI cierra La infancia de Jesús (ed. Planeta), libro que ha ayudado a millones de personas a vivir con especial intensidad esta Navidad del Año de la fe. Escribe el Papa, entre otras cosas:

Difícilmente habrá otro relato bíblico que haya estimulado tanto la fantasía, pero también la investigación y la reflexión, como la historia de los Magos venidos de Oriente, una narración que el evangelista Mateo pone inmediatamente después de haber hablado del nacimiento de Jesús: «Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos [astrólogos] de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

Belén es el pueblo natal del rey David. También podría comportar una intención teológica el que la localización se precise aún más, añadiendo de Judá. En la bendición de Jacob, el patriarca dice a su hijo Judá de manera profética: «No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos» (Gn 49,10).


Junto con la bendición de Jacob hay que leer también una palabra atribuida en la Biblia al profeta pagano Balaán. La Biblia lo presenta como un adivino al servicio del rey de Moab, que le pide una maldición contra Israel. Pero Dios mismo impide que Balaán lleve a efecto lo que pretende, de manera que el profeta, en vez de una maldición, anuncia una bendición: «Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: avanza una estrella de Jacob, y surge un centro de Israel» (Nm 24, 17). 

Pero ahora es preciso preguntarse ante todo: ¿qué clase de hombres eran esos a los que Mateo describe como Magos venidos de Oriente? El término magos (mágoi) tiene una considerable gama de significados. En la cultura helenista eran considerados como «representantes de una religión auténtica»; pero se sostenía al mismo tiempo que sus ideas religiosas estaban «fuertemente influenciadas por el pensamiento filosófico», hasta el punto de que se presenta con frecuencia a los filósofos griegos como adeptos suyos (véase Delling, ThWNT, IV, p.360). En el relato de san Mateo, la sabiduría religiosa y filosófica es claramente una fuerza que pone a los hombres en camino, es la sabiduría que conduce en definitiva a Cristo.


Leonaert Bramer: El viaje de los reyes magos, 1640

El astrónomo vienés Konradin Ferradi d’Occhieppo ha mostrado que, en la ciudad de Babilonia, continuaba existiendo todavía «un pequeño grupo de astrónomos ya en vía de extinción». La conjunción astral de los planetas Júpiter y Saturno, que tuvo lugar en los años 7-6 a.C. -considerado hoy como el verdadero período del nacimiento de Jesús-, habría sido calculada por los astrónomos babilonios y les habría indicado la tierra de Judá y un recién nacido «rey de los judíos».

Varios factores podían haber concurrido a que se pudiera percibir en el lenguaje de la estrella un mensaje de esperanza. Pero todo ello era capaz de poner en camino sólo a quien era hombre de una cierta inquietud interior, un hombre de esperanza, en busca de la verdadera estrella de la salvación. Los hombres de los que hablaba Mateo no eran únicamente astrónomos. Eran sabios. Podemos decir con razón que representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a Él. Están en cierto modo siguiendo a Abraham, que se pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y a su preguntarse sobre la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos.

Queda la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la Humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la Historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo.

martes, 1 de enero de 2013

María, Madre de Dios

Laura Muntz Lyall, (1860-1930): Madonna de los ángeles, 1912.
La Solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primer Fiesta Mariana que apareció en la Iglesia Occidental, comenzando a celebrarse en Roma hacia el siglo VI, probablemente junto con la dedicación –el 1º de enero– del templo “Santa María Antigua” en el Foro Romano, una de las primeras iglesias marianas de Roma

Theotokos de Vladimir
La antigüedad de la celebración mariana se constata en las pinturas con el nombre de “María, Madre de Dios” (Theotókos) que han sido encontradas en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma, donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa en tiempos de las persecuciones. 

Más adelante, el rito romano celebraba el 1º de enero la octava de Navidad, conmemorando la circuncisión del Niño Jesús
Tras desaparecer la antigua fiesta mariana, en 1931, el Papa Pío XI, con ocasión del XV centenario del Concilio de Éfeso (431), instituyó la fiesta mariana para el 11 de octubre, en recuerdo de este Concilio, en el que se proclamó solemnemente a Santa María como verdadera Madre de Cristo, que es verdadero Hijo de Dios; pero en la última reforma del calendario –después del Concilio Vaticano II– se trasladó la fiesta al 1 de enero, con la máxima categoría litúrgica, de solemnidad, y con título de Santa María, Madre de Dios. De esta manera, esta Fiesta Mariana encuentra un marco litúrgico más adecuado en el tiempo de la Navidad del Señor; y al mismo tiempo, todos los católicos empezamos el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María

 El Concilio de Éfeso 

En el año de 431, el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, afirmando: “¿Entonces Dios tiene una madre? Pues entonces no condenemos la mitología griega, que les atribuye una madre a los dioses”. Ante ello, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso –la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años– e iluminados por el Espíritu Santo declararon: 
 - “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios

Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: 
"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén"

Asimismo, San Cirilo de Alejandría resaltó: “Se dirá: ¿la Virgen es madre de la divinidad? A eso respondemos: el Verbo viviente, subsistente, fue engendrado por la misma substancia de Dios Padre, existe desde toda la eternidad... Pero en el tiempo Él se hizo carne, por eso se puede decir que nació de mujer”

Carl Heinrich Bloch: La anunciación.
Madre del Niño Dios 

"He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Es desde ese fiat, hágase que Santa María respondió firme y amorosamente al Plan de Dios; gracias a su entrega generosa Dios mismo se pudo encarnar para traernos la reconciliación, que nos libra de las heridas del pecado. 

La doncella de Nazareth, la llena de gracia, al asumir en su vientre al Niño Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad, se convierte en la Madre de Dios, dando todo de sí para su Hijo; vemos pues que todo en ella apunta a su Hijo Jesús. Es por ello, que María es modelo para todo cristiano que busca día a día alcanzar su santificación. 
En nuestra Madre Santa María encontramos la guía segura que nos introduce en la vida de Jesús.

Fuente: aciprensa.com