viernes, 25 de enero de 2013

Conversión de san Pablo

(Fragmentos extraídos de catholic.net)

Luca Giordano, (1632–1705): Conversión de san Pablo.

Pablo, llamado Saulo en el uso y rigor judío, afirmaba con vehemencia que el Evangelio que predicaba no lo había aprendido o recibido de los hombres. 

Perteneció a la casta de los fariseos. Había nacido en Tarso, ciudad que pertenecía al mundo grecorromano; quien nacía allí tenía la categoría de ciudadano romano. Necesariamente, por ser judío no le cupo más suerte en la niñez que andar disimulando su condición entre los demás del pueblo, ocultando su creencia, tenida como superstición por los paganos romanos.

Conocía bien las escrituras y estaba familiarizado con los poetas y filósofos. Para los griegos solo era un hebreo, aislado entre misterios inaccesibles a los de otra raza, uno de los que tenían prohibido el acceso a las clases cultas y dirigentes.

A los dieciocho años se fue a Jerusalén para impregnarse en de la historia de su pueblo en la Cátedra de Gamaliel, donde profundizó  yendo a la raíz, no como las decía la gente poco culta del pueblo sencillo y llano.

Allí aprendió a aguardar con celo la venida de un libertador que liberase a su pueblo del  dominio del imponente invasor. Los profetas daban pistas para un resurgimiento y los salmos cantaban la victoria de Dios sobre otros pueblos y culturas muy importantes que en otro tiempo subyugaron a los judíos y ya desaparecieron a pesar de su altivez; igual pasaría con los dominadores actuales. Era preciso mantener la idiosincrasia del pueblo a cualquier costa y no ser como los herodianos, para que la esperanza hiciera posible su supervivencia como nación. No se podía dejar que un ápice lo apartara de la fidelidad a las costumbres patrias. Eso le hizo celoso.

Rubens

Consideraba al cristianismo herejía que estaba estropeando todo lo que necesitaba el pueblo. Locos estaban adorando a un hombre y crucificado. No se podía permitir que entre los suyos se ampliara el círculo de los disidentes. Hacía años que ya estuvo, colaborando como pudo, en la lapidación de Esteba, uno de aquellos visionarios listos, serviciales, piadosos y caritativos pero que hacían mucho daño al alto estamento oficial judío; fue cuando lo apedrearon por blasfemo a las afueras de Jerusalén, y lastimosamente él sólo pudo guardar los mantos de los que lo lapidaron. 
Su conversión fue en un día insospechado que llevaba cartas de recomendación de los judíos de Jerusalén para los de Damasco; quería poner entre rejas a los cristianos que encontrara. Hasta allí se extendía la autoridad de los sumos sacerdotes y principales fariseos. Saulo guiaba una comitiva no guerrera pero sí muy activa, casi furiosa, impaciente por cumplir bien una misión que suponían agradable a Dios y purga necesaria para la pureza de las tradiciones que recibieron los padres.

"Y sucedió que, al llegar cerca de Damasco, de súbito le cercó una luz fulgurante venida del cielo, y cayendo por tierra oyó una voz que le decía:
- "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
Dijo:
-  "¿Quién eres, Señor?"
Y él: 
- "Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer". 

Y los hombres que le acompañaban se habían detenido, mudos de espanto, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Se levantó Saulo del suelo y , abiertos los ojos, nada veía. Y llevándole de la mano lo introdujeron en Damasco, y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió".
(Act. 9, 3-9).
Pietro da Cortona:  
Ananías devuelve la vista a Pablo, 1631
Tres días para rumiar su derrota y hacerse cargo en su interior de lo que había pasado. 
Y luego, el bautismo. Un cambio de vida, cambio de obras, cambio de pensamiento, de ideales y proyectos. Su carácter apasionado tomará el rumbo ahora marcado por el afán de llevar a su pueblo primero y al mundo entero luego la alegría del amor de Dios manifestado en Cristo.  

Vió él mismo al resucitado; y lo dirá más veces, y muy en serio a los de Corinto. Por ello fue capaz de sufrir naufragios en el mar y persecuciones en la tierra, y azotes, y hambre y cárcel y humillaciones y críticas, y juicios y muerte de espada; por ello hizo viajes por todo el imperio, recorriéndolo de extremo a extremo. 

Entre tantas conversiones del santoral, la de Pablo es ejemplar, paradigmática. Más se palpa en ella la acción divina que el esfuerzo humano; además, enseña las insospechadas consecuencias que trae consigo una mudanza radical.

4 comentarios:

  1. Cada que leo La conversion de San Pablo, se me inundan los ojos de lagrimas.
    Que hermosa entrada y las imagenes espectaculares.

    Gracias,mil bendiciones.

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  2. Si que son bonitas las imágenes. Me encanta la historia de San Pablo, ¿será por ser el patrón de mi marido?

    Su profunda conversión es un ejemplo para cualquier cristiano, que sin haber perseguido el cristianismo se ve alejado en ocasiones del Señor.

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    1. La conversión de san Pablo anima mucho, nos da la esperanza de que siempre podemos cambiar a mejor.
      Me alegro de que sea el patrón de tu marido. Es un nombre muy bonito el de Pablo.

      Besos.

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